Mayo es el mes de las madres. Ya estamos acostumbrados a la publicidad que nos compele a comprar el “mejor regalo” a la progenitora. Cuando se nos habla de maternidad, la primera imagen que nos viene a la mente es la de una mujer con un bebé o un infante, pero sería interesante si pudiéramos reconocer en los animales no humanos características que consideramos valiosas en las madres humanas.
Las madres de otras especies, especialmente mamíferos y aves, tiene fuertes vínculos emocionales con sus crías. Como habitantes de grandes ciudades probablemente sólo tengamos contacto con cachorros de perro y gato y sus madres, y aun así no negaríamos que hay una actitud protectora y afectiva de ellas hacia sus hijos.
Quisiera hacer mención de una madre -y su cría- que son explotados en la industria alimenticia. Las llamadas “vacas lecheras”. De más está decir que ellas no viven como nos quiere hacer creer la industria: sobre verdes prados bajo azules cielos. Los rumiantes están parados sobre sus propias heces al punto en ocasiones de cubrirles hasta la mitad de las patas. Otras en cambio, están estabuladas sobre cemento con un poco de paja y son alimentadas en comederos.
El proceso para obtener leche de una vaca es más o menos así: Se les insemina artificialmente y pocas horas después de nacido, el ternero es separado de su madre para extraerle a ella la leche que por naturaleza le corresponde a la cría. La vaca da la cantidad de leche suficiente para alimentar a su ternero, pero esto es insuficiente para la demanda de la industria, por ello son alimentadas e inyectadas con hormonas para que su producción aumente. Esto les ocasiona mastitis por el crecimiento exagerado de sus ubres, las cuales al ser manipuladas varias veces al día por la ordeña mecánica, generan heridas e infecciones, pasando muchas veces la pus a la leche extraída.
A los terneros se les vende a granjas de engorda donde serán convertidos en carne de ternera antes de cumplir el año de edad. Esta carne tiene ciertas características, como ser pálida y muy blanda; esto se logra manteniendo al animal anémico e inmovilizándolo para que no genere músculo. Se les alimenta con una mezcla de suero de leche en polvo y cal para que alcancen su peso rápidamente. Camino a Querétaro, México, podemos observar las instalaciones donde se mantiene a los terneros: una especie de casas similares a las de los perros, donde a penas pueden darse la vuelta y su única opción de movimiento es echarse y levantarse.
Quienes han trabajado en la industria láctea reconocen que las vacas se pasan días mugiendo en busca de su ternero una vez los han separado. Podríamos catalogar esta reacción como instintiva, pero ¿acaso las madres humanas no tienen también reacciones instintivas de protección y cuidado hacia sus hijos?
Somos la única especie que bebe leche de otra especie y en su etapa adulta. No es natural. Es un hábito creado por la industria láctea. Excelentes fuentes de calcio pueden obtenerse de vegetales como el brócoli, sin las hormonas de la leche que alteran nuestro sistema metabólico.
Es muy conocida la frase de “mamá gallina” por el fuerte vínculo que establece con sus polluelos. Las gallinas de cría intensiva, de las que provienen la inmensa mayoría de todos los huevos que se consumen, viven entre 10 y 12 meses amontonadas con hasta otras 9 aves en jaulas de alambre de 45 x 50 cm. Normalmente hay muchas filas de estas jaulas en enormes bodegas que pueden almacenar de 50 000 hasta 125 000 aves.
Para evitar que se picoteen y se maten entre sí debido al estrés que les causa el hacinamiento, se les corta el pico con máquinas de cuchillas calientes una o dos veces durante su vida, normalmente cuando sólo tienen un día de nacidas y otra vez cuando tienen siete semanas porque a menudo, un pico joven vuelve a crecer. Con esta mutilación disminuye la habilidad de la gallina para comer y beber, lo que representa también ahorro para la industria.
Viven permanentemente expuestas a la luz artificial para forzarlas a la puesta de huevos y desarrollan osteoporosis por la constante formación de cáscaras de huevo. Con esta tremenda carencia de calcio, millones de gallinas quedan paralizadas y mueren de hambre y sed a tan sólo centímetros de su comida y del agua.
En estas condiciones, una gallina ponedora puede vivir hasta dos años, siendo después matada para convertirla en caldo.
Pero las gallinas no son las únicas víctimas de la industria del huevo. En los criaderos para gallinas ponedoras se separa a los machos de las hembras y a ellas se les usará como productoras de huevos mientras que a ellos se les considera sin valor económico para la industria -al no haber sido criados para crecer tan rápido y producir tanta carne- y son asfixiados en bolsas de plástico o enterrados vivos.
¿Por qué seguimos considerando a otras hembras como máquinas de producción si el hacerlo con las de nuestra propia especie levantaría protestas de las activistas de género?
Conozcamos más acerca de las madres no humanas y veamos cómo muchos de nuestros hábitos de consumo causan sufrimiento a seres capaces de padecerlo.
Extendamos el respeto a todas las madres, sin importar su especie.
Fuente: Dra. Leonora Equivel Frías
Fundadora de AnimaNaturalis Internacional
Foto: Saja besaya