Esta es una pregunta muy frecuente que las personas omnívoras hacen a los vegetarianos. No es fácil sacarse los lentes de la normalidad para ponerse en el pellejo de los animales que llegan (anónimamente o no) a nuestras mesas… Pollos, cerdos, vacas, terneros, gansos, conejos, ovejas y un largo etcétera son parte de las proteínas básicas de la dieta occidental.
Para todo el mundo siempre ha sido totalmente normal y corriente alimentarse con la carne de los animales que han sido criados para eso. Este argumento puede tener raíces religiosas (que Dios “creó a los animales para que éstos sirvieran al hombre”) o no religiosas (que el hombre es parte de una cadena alimenticia y debe comer la carne de otros animales para sobrevivir).
El punto en común de ambos argumentos es que niegan al hombre una base de su ser: la libertad. Al hacerlo depender de una decisión divina o de una cadena alimentaria, se niega en el hombre una capacidad humana per sé: la de elegir. Al negar esta capacidad, se niega la voluntad humana como fuente y base de la libertad; lo que invalida la base misma de nuestras sociedades, que son lo que son por nuestra capacidad de elección y autoorganización. Hemos llegado a ser lo que somos (social o individualmente) porque hemos elegido entre unas u otras opciones.
Decir que no podemos dejar de comer animales por un mandato de Dios, o porque lo requerimos fisiológicamente son falacias autoimpuestas que nos permiten acomodar la realidad a la medida de nuestra conveniente rutina para no ver el horror y el sufrimiento que hay detrás de lo que comemos.
La opción de dejar de comer carne nace de mirar creativamente la realidad e implica ver al animal como un otro dotado de vida y de intereses propios, un ser con fines e intereses que no podemos pasar a llevar (al menos, sin cuestionarnos el porqué). No vale sustentarse en la tradición de “lo-que-siempre-se-ha-hecho-igual” para seguir replicando un modelo que es tan cruel con otros seres vivos. La base misma de la racionalidad y de la ética humana es ser capaces de imaginar nuevas realidades, mejores y más humanas, para acercarnos a ellas.
Fuente: Ecosofía.org